LA ESENCIA DE LOS PUEBLOS

Hay muchas cosas que hacer en verano, los días se estiran como si el tiempo nos dijera "vamos, aprovechad, que os concedo mas horas al día de las habituales", y eso nos da libertad para descubrir lugares que en invierno pueden pasan desapercibidos.

No todo el mundo ha tenido "pueblo", como se suele decir, donde pasar largas temporadas en verano con los abuelos, yo si lo he tenido, y el tiempo me ha hecho ver lo afortunada que he sido por ello. Desde julio hasta septiembre, mis hermanos y yo nos "asalvajábamos" alejados de la ciudad, en un pueblito muy pequeño pero lo suficientemente grande para nosotros, como para no aburrirnos ni un solo segundo del día. Por aquellos tiempos era normal ir a a por la leche a la vaquería donde un señor te ordeñaba la vaca delante de ti, ir a por agua al caño del pueblo, subirte a las alpacas y tirarte encima como si de un colchón se tratase o bañarte en los aspersores que regaban las tierras cuando pasabas por delante con la bici.

El tiempo se hacía eterno... el día daba para todo, desayunar en el patio, hacer la cama, algo de deberes de los cuadernillos que nos mandaban para no olvidar todo lo aprendido durante el curso, bañarse en la piscina antes de comer, "echarse la siesta" (para no dormir nada, pues a esa edad no se puede dormir de día), vuelta a bañarse (siempre después de las religiosas 3 horas de digestión), merendar, ponerse la ropa mas decente que tenías e irte a jugar a la calle y darte las tantas correteando por el pueblo... lo dicho, el día era eterno.

Cuando en septiembre comenzaba el colegio, la "señorita" nos preguntaba qué habíamos hecho durante el verano, yo le respondía que había pasado 2 meses en el pueblo y 15 días en la playa, pero esto último no le interesaba mucho... pues siempre me preguntaba qué tal me lo había pasado en el pueblo. Al contar lo que hacía, sobre todo el resto de niñas ( por aquel entonces todas eramos niñas) se quedaban boquiabiertas cuando contaba que veía ordeñar la vaca de la que salía la leche que luego mi madre hervía y nos daba de desayunar. Y yo me quedaba boquiabierta al pensar ¿nunca habrán visto ordeñar una vaca? y lo que mi tierna cabeza menos entendía era ¿y de donde se piensan que sale la leche entonces?...

En aquellos momentos ya comenzaba a darme cuenta de lo afortunada que era por vivir todo aquello, pero solo con el paso de los años lo puedes apreciar realmente, tuve suerte, muchas suerte, de poder vivir los veranos "en un pueblito bueno". Y aun la tengo, pues aunque ya no hay vacas, si puedo salir a correr por los pinares respirando ese olor tan particular a campo y tamujas secas, olor al verano, a mis veranos.
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Hace unos días uno de mis hermanos nos invitó a ir a su pueblo, bueno, el pueblo que les ha adoptado a él y a su familia, propiamente hablando. Aquella visita me hizo recordar todo lo que hoy os cuento.
¿Que qué plan os propongo para un fin de semana? visitar cualquiera de los pueblitos buenos que tiene Castilla, tiene muchos...







¿Qué llevar?.., short vaqueros siempre versátiles (estos de un mercadillos de Sitges), cualquier camiseta cómoda (mercado de Camdem en Londres), un sombrero para protegerte del sol del verano (Oysho NT) y unas buenas zapatillas para andar por los campos (Converse All Star clásicas), no necesitas mas.
















Lo se, mi sobrina con mi sombrero tiene tal estilazo que a muchas ya nos gustaría...


Y os dejo con otro trocito de la banda sonora de nuestra vida que sonó en la boda y que para lo hoy os cuento viene perfecto. "The Sun The Trees" de Russian Red.


Y ya sabéis, si no tenéis un pueblito, adoptar uno... qué razón tenía aquel anuncio.

Os deseo un feliz miércoles

"Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él"
Ernest Hemingway



2 comentarios:

  1. Qué bonito! Me han entrado ganas de ir a mi pueblo y todo, y eso que no me gusta nada, tal vez, porque no es tan pueblo.

    Me ha encantado tu sobri! ;)

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